domingo, 10 de enero de 2010

The Unexpected Place


Hoy fui a comprar DE TODO al súper porque mi roomie y yo no teníamos nada en casa. Me refiero nada hasta el punto de que hoy no teníamos ni una botella de agua y como nos cortaron el agua para arreglar las tuberías que se habían averiado durante los últimos días congelantes en Dallas pues...o salíamos en la búsqueda del vital líquido o nos deshidratábamos.

Odio ir el domingo al súper porque ya no hay varios productos que me alegran mi día -los waffles con canela son mis favoritos para el desayuno- además de que está atestado de gente el lugar. Ni modo, había que hacerlo para tener todo listo para la semana. Además, a partir del jueves tenemos visita y ni tiempo iba a haber.

Salimos de casa las dos en estado deplorable. Domingo típico: jeans, lentes oscuros, un suéter y nada de maquillaje...sí, mucha belleza el sábado por la noche que se esfuma el domingo...

Vueltas por los pasillos, que no se te olvide el jugo porque tengo que tomarme la vitamina D, vete por las frutas, ¿cuántos de estos paquetitos quieres?, no tienen del queso que me gusta, creo que cambiaron los pasillos del final y así. No tardamos mucho porque estas idas al súper son toda una rutina y sé lo que quiero -o queremos- y acabamos pronto. Y luego, la fila, la mentada fila que hoy sí estaba laaaarguísima.

En la cola para pagar mi amiga me dijo que se le había pasado ir por unas cosas así que yo me quedé apartando lugar y tomé una revista de esas de chismes que me encantan. (Sí, hay que leer de todo como decía uno de mis profes de la universidad). Un tipo se me acercó por detrás y comenzó a hacerme plática acerca de qué opinaba de las extensiones de cierta estrella de un reality...

No creo haber entendido bien qué quería así que sólo me reí y seguí avanzando en la fila. Al llegar mi turno comencé a acomodar todo en la banda y él se ofreció a ayudarme (sin que yo se lo hubiera pedido). Llegó mi amiga y hasta se rió del hecho de que tenía a alguien más haciéndome el trabajo. Pagamos y mientras mi roomie ponía su tarjeta, yo puse todo de vuelta en el carrito y me agaché para poner los refrescos abajo:

-Cute!

-Say what?

-Let me help you...

Ni tiempo de decir nada cuando ya venía al lado nuestro y las dos sin entender de nuevo qué hacía ahí a mi lado...¿ligar? No me cierro a conocer gente en ciertos lugares pero estaba con el pelo hecho una maraña, cero maquillaje y sin haberme bañado, no sé, la verdad es que no me caía el veinte.

(Y me vino a la mente otro ejemplo de un unexpected place: Vancouver, enero de 2003. Estaba en una tienda comprando un mapa de la ciudad porque apenas era mi segundo día y no tenía ni idea de cómo moverme. Al pagar el cajero me invitó a salir y yo sólo le di mi correo electrónico. Salimos una sola vez y resultó ser un raro, frikie y todas sus posibles combinaciones. No lo volví a ver pero su acoso mediante el correo fue constante incluso una vez que ya había vuelto a México.)

Él se veía simpático y muy guapo y yo, junto con mi amiga, muy atontada. Me subí al carro sin haber entendido que quería seguir hablando y, no sé, hasta pedirme mi teléfono...la cuestión frikie la habría descubierto pronto. En fin, me quedaré con la duda de que si allá a lo lejos se va en un carro verde el amor de mi vida o me salvé de algún acosador.

Eso sí, una buena anécdota para empezar bien el año y levantar el ego...y sin maquillaje.

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